LA COMUNICACIÓN CON PERSONAS CON DEMENCIAS

Sabemos, sin lugar a dudas, que cada individuo es único pero a veces olvidamos que cada persona con una enfermedad neurodegenerativa también lo es; tenemos claro que no hay dos personas iguales, entonces, ¿Hay dos enfermos iguales? Obviamente, no.

Por lo tanto, tenemos que intentar adaptar nuestro lenguaje al momento evolutivo de la enfermedad, a la persona (a sus gustos, intereses, personalidad previa…) y a la situación presente; además de ser muy flexibles: lo que hoy funciona puede que mañana ya no.

Es muy importante conocer al enfermo (manías, rutinas, aficiones…), observar sus reacciones, empatizar con él (ponernos en su lugar y tratar de entender cómo se siente; tener claro que sus conductas no tienen mala intención si no que son producto de su enfermedad), tener paciencia, sonreír, usar el humor, ser cariñosos y cercarnos, elogiar y reforzar sus esfuerzos, iniciativas adecuadas, etc..

El lenguaje no verbal es clave para hacernos entender y comprender lo que necesita, sobre todo cuando la afasia (pérdida del lenguaje expresivo y/o comprensivo) está avanzada. Ellos perciben y entienden nuestro tono de voz (alegre o triste, enfadado o tranquilo, cariñoso o frío), nuestra expresión facial y los gestos que hacemos (si son bruscos o delicados) y reaccionan a ellos; debemos prestar atención a estos componentes y modificarlos para facilitar la interacción, si vamos con prisas o estamos tensos se lo transmitimos y su reacción (que no entiende nuestros motivos ni circunstancias) puede complicar las cosas todavía más (oposición, agresividad…).

Somos nosotros los que debemos hacer el esfuerzo de estar tranquilos, de ser cariñosos y de entender cómo se siente (desorientado, perdido en una realidad que no es compatible con su mundo interior, escuchando hablar un lenguaje que no entiende, incapaz de transmitir sus necesidades o emociones…); por duro que nos resulte, desconcertante, frustrante en ocasiones y, muchas veces, superará nuestros recursos, nos desbordará emocionalmente y nos agotará a nivel físico. El cuidado de una persona con demencia puede llegar a ser extenuante.

De ahí la importancia de compartir los cuidados, aceptar la ayuda de terceros (familiares o profesionales), buscar momentos para uno mismo, de respiro, de ocio, donde desconectar, desahogarse y coger fuerzas para enfrentar de nuevo la dura tarea de cuidar de un enfermo con demencia.

Comentarios en este post

No hay comentarios.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Tus datos serán tratados por HELGA ORTEGA GARCÍA, con la finalidad de publicar tu comentario, así como enviarte a posteriori información comercial mediante correo electrónico o telefónico, de aquellos productos o servicios que consideremos que puedan ser de tu interés. La legitimación del tratamiento es tu consentimiento, que podrás retirar en cualquier momento. Tus datos no serán cedidos a terceros. Tienes derecho a acceder, rectificar y suprimir tus datos, así como otros derechos como se explica en nuestra política de privacidad. Política de Privacidad